"Me llamo Ana y tengo 12 años.
Para mí las navidades fueron siempre mis papás, los regalos, mi hermanito jugando con un tren de cartón…
Mi mamá nos hacía ese día una comida riquísima de la que sobraba tanto que podíamos repetir durante muchos más días..
Yo era muy feliz en las navidades….
El resto del año no era así… recuerdo siempre el frío, el hambre, los lloros de mamá…
Mi papá venía tarde, se sentaba en una silla, siempre con su gorra puesta y bebía mucho…. No encontraba trabajo y sólo por las noches podía encontrar algo de paz, en la botella de vino que bebía con algo de sopa.
Mi mamá y mi papá tenían una vida muy desdichada, pero siempre llegaba la Navidad, y esos días me sentía la niña más feliz del mundo, viéndoles contentos, contagiados de la esperanza de que todo mejoraría.
Nos reuníamos, rezabamos y nos abrazábamos todos juntos hasta que, al terminar las navidades, otra vez el frío, los lloros de mi mamá, la desesperación de mi papá, el hambre,…. todo comenzaba de nuevo.
Yo era muy delgada y muy blanca de piel, casi se me veían las venas azules, con el pelo rubio, aunque siempre sucio…
Ese año comencé a ayudar a la familia para intentar traer comida a casa.
Cosía día y noche con la luz de una vela. Hacía remiendos, arreglos, al igual que mi madre.
No ganaba mucho con ello, pero me sentía muy feliz ayudando a mis papás y mi hermano, con mi esfuerzo, y hasta me permití ahorrar algo para esas últimas navidades, hacer algunos pequeños regalos a todos.
Desgraciadamente ese año el calor de la estufa que sólo encendíamos en esas fechas no fue suficiente para recuperarme del frío y de ese cansancio que llevaba acumulando tantos meses, visitando las casas de los vecinos para recoger y entregar su ropa y cosiendo todo el día y toda la noche…
Me sentía tan mal…. pero no quise estropear esas navidades, oculté mi cansancio mi debilidad, hasta que la tos y la sangre que expulsaba con ella después, acabaron descubriéndome.
Me fui rápido, sin apenas sufrimiento, dejando en la más completa desolación a mis padres, que siempre se culparon de mi final, por no ser capaces ni siquiera de poder pagar la visita de un médico.
Después de eso mi padre también se fue muy pronto…. pasaba las noches llorando, ya no paraba de beber, pero nunca lograba olvidar del todo la situación que había provocado mi muerte, hasta que su hígado no pudo más.
Mi madre tuvo que seguir sola, no por ella, ya que no quería seguir viviendo, sino por mi hermano al que se propuso sacar adelante.
Envejeció muy deprisa y solo aguantó unos pocos años más, el tiempo que necesitó para que mi hermano pudiera valerse por si mismo.
Ahora, desde aquí y todos ya reunidos, recordamos todavía esas fechas mágicas de la Navidad, donde sentíamos los destellos de eso que debía ser la felicidad, pero que ahora aquí disfrutamos plenamente.
Si habéis sido recompensados con la fortuna en esta vida, acordaros en estos días de muchos que, como nosotros, sólo sentíamos el calor del hogar en estas fechas.
Sed conscientes de la dicha con la que habéis sido agraciados,
Dar gracias a Dios por permitiros vivir esa situación, quizá durante todo el año, y dedicar un rato, aunque solo sea un momento, en acordaros de los que no teníamos esa suerte, ayudar en lo que podáis, rezar por los menos afortunados, y vuestros rezos, algún día, os llegarán de vuelta en forma de agradecimiento de Dios.
No quiero que esto sea un triste cuento de Navidad, sino que en mitad de tanta dicha por estas fiestas, también vuestros corazones se eleven hacia los que no tienen nada que celebrar por su soledad, por su pobreza, por su enfermedad, por su desesperación…
Aprovecho esta oportunidad que me han dado para acabar con estas palabras:
Navidad tiempo de celebrar y también, aunque sea un poquito, de reflexión
Vuestra amiga Ana”